miércoles, mayo 24, 2006

Televisión y Educación.

El ver, acto que nos permite la televisión, tiene un especial significado para el ser humano, constituye uno de los fundamentos que validan la existencia de la realidad, mucho mas significativo que la información adquirida por el resto de los sentidos, quizás con una excepción, para aquellos privados de ver, los ciegos.
El ver, nos hace testigos presenciales, nos da la capacidad de generar un relato de primera fuente, nos permite aseverar con máxima autoridad (subjetiva), ser los portadores de un relato que atestigua los sucesos. El acto de ver, es hasta el presente reconocido como prueba fehaciente en los sistemas jurídicos, “el testigo presencial de los hechos”, pero ¿Qué sucede cuando el ser humano de hoy, tiene la posibilidad de ver a través de la televisión?. Mas allá de todo cuestionamiento que se haga a ese tipo de “ver”, en lo mas profundo de su biología, el se humano está “viendo”, mas allá de sospechar o conocer todas las mediaciones que hay en la construcción de la imagen televisiva, está “viendo”, y sobre todo, por este medio puede “ir a ver a cualquier parte”, y que producto de su experiencia, para ver, la cosas primero tienen que suceder, o estar sucediendo, tener existencia real o haber tenido existencia real.

¿Donde acentuamos la diferencia entre esta masiva posibilidad de “ver” por la televisión, y las necesarias distinciones que tenemos que hacer para realizar una apropiada construcción social de “nuestra realidad particular”.?

¿Qué está sucediendo en la Televisión?

Los medios masivos de comunicación han sufrido un importante cambio en la última época. El precepto original que se configuró con el advenimiento de la TV, como un medio que aportaría a la sociedad, espacios de información, educación y entretención como constitutivos del medio, como características propias del espacio televisivo, han cambiado radicalmente con la metamorfosis hacia una televisión comercial y con la extensión de la cobertura hasta todos los rincones del espacio público y privado y con la dimensión que ha tomado la oferta programática a disposición del público receptor.

Antes de este proceso, la experiencia humana y la aprehensión de la realidad se establecía por una suerte de diversas vertientes que alimentaban de forma relativamente equilibrada el proceso de interpretación de los hechos constitutivos de nuestra experiencia cotidiana. El proceso educativo, de aprendizaje, de conclusiones producto de la experimentación directa, de la lectura de los medios y de los sistemas formales de educación se desenvolvía en un territorio simbólico y valórico de relativo equilibrio. Cada una de las aportaciones podía ser valorada, constatada y concluida en tiempos y espacios de dinámica igualdad.

El estado actual en que se desenvuelve y habita la sociedad, con una fuerte fragmentación social, con territorios físicos que no se comparten en la experiencia concreta, con la emergencia y desarrollo de diversas subculturas estratificadas, junto al acceso simple y cotidiano, vía los medios de comunicación, a las diversas manifestaciones de las culturas de todos los rincones de la tierra, también estratificadas, el proceso de construcción, interpretación y lectura de la realidad, el proceso de construcción del conocimiento cotidiano, se encuentra en un fuerte desequilibrio entre los eventos que involucran la experiencia directa y las aportaciones informativas, narrativas y valorativas que nos entregan los medios de comunicación masiva.

En este contexto, de fuerte mediatización, la distinción necesaria entre los hechos y la versión de ellos se encuentra fuertemente distanciada, esta brecha la genera fundamentalmente la experiencia mediatizada de observación. Aquí se inicia una necesaria reflexión acerca del carácter que tiene este tipo de observación.

El observador mediatizado, en su proceso de construcción del conocimiento, comparte este proceso en al menos dos ámbitos. El primero es en su calidad de ser humano que vive experiencias que necesita asignarles una interpretación, pueden ser de valor y funcionalidad ya que compromete su convivencia, o puede ser que operacional relacionada a los distintos requerimientos de existencia como ser vivo.

Algunos desafíos.

En este ¿Cómo actuaremos?, es que el observador recurre a la información referencial mediatizada en magnitud superior, asignándole un valor de uso aplicable a las necesidades de construcción de conocimiento que la realidad le demanda, aplicándole un juicio relativo, no conciente y reflexivo, pero válido al hecho de que el discurso mediatizado es expresión e interpretación ya de un otro autor.

En el caso de la televisión, su discurso audiovisual, en manos de ese otro autor, está haciendo uso de diversos códigos, y como tales, está ese otro autor interviniendo con el uso discreto de los códigos constitutivos de lo audiovisual, en el uso discreto de las fuentes de su conocimiento, en el uso discreto de formas narrativas, culturales, ideológicas y que son de una enorme dinámica y de los mas variados orígenes contextuales.

Teniendo en cuenta que esos relatos transitan y se originan en medios de comunicación cuyas casas productoras se ubican repartidas en los mas diversos territorios del planeta, donde la función denotadora tiene un origen no necesariamente en correspondencia con el uso simbólico asignado por el usuario de ese producto audiovisual, y que en los orígenes de producción de la imagen audiovisual de un objeto - sujeto o situación representada, la identidad puede ser muy fuerte, a pesar de la intervención de sistemas tecnológicos que participan en su construcción, entre los cuales hay que destacar los sistemas digitales de animación y construcción de escenarios virtuales. Pero aquí entra el relato, acto en poder del autor, en el cual también participa otra gran cantidad y variedad de tecnologías, la lectura de este relato, acto en poder del observador, la referencia originaria queda a gran distancia del observador, tomando éste el control de asignar los sentidos y valores referenciales que le mandatan sus propios contextos cotidianos de existencia, dando así paso a la construcción de la realidad social.

Si consideramos que la actual magnitud de oferta televisiva, esta siendo parte del proceso de aprendizaje, de interpretación y valoración, necesarios para nuestro desenvolvimiento social, parte de nuestra socialización, y que en un futuro muy cercano, producto del advenimiento de la televisión digital, esta oferta se multiplicara por cinco, es decir, donde hoy solo puede transmitir un canal, con la digitalización de la televisión, podrán trasmitir cinco canales, el fenómeno de la realidad mediada tendrá enormes repercusiones al interior de la sociedad. También los tendrá para los emisores, la lucha por el dominio de esos espacios, les implica multiplicar por cinco sus capacidades productivas. Quizás en esta perspectiva se pueden interpretar las estrategias diversificadoras que han iniciado desde tiempos cercanos, canales como el Discovery, creando líneas temáticas que en sus inicios convivieron en una misma señal, para luego configurarse como señales independientes, de esta manera avanzan y se preparan en la constitución de aparatos productivos audiovisuales en condiciones de enfrentar la gran capacidad y eficiencia productiva que les impondrá la televisión digital.

Enfrentados a ese escenario, podemos vislumbrar que los discursos audiovisuales tendrán una especial significación, ya no hablamos en términos cuantitativos, de unos mas y unos menos. Estamos entrando a una época en que los integrantes de la sociedad en su conjunto son convivientes de la televisión desde su nacimiento. Para ellos el objeto tecnológico que trasmite imágenes no sorprende, como no sorprende que la mera presión de un botón despliegue enormes recursos multimediales en un computador. El objeto tecnológico se hizo opaco y solo es significante la imagen de realidad, medial o virtual a la cual nos da acceso.

¿Qué características podemos vislumbrar en ese acceso a la imagen de realidad?.
A pesar del crecimiento significativo de la oferta televisiva, el objeto tecnológico tiene límites y restricciones constituyentes, las cuales necesariamente se transfieren al discurso, asignando unas realidades en la televisión y otras realidades fuera de la televisión, una imagen televisiva para los discursos televisables, y la marginación o ausencia de imagen social para lo que no es televisable. Entre estos dos extremos, la reiteración de temas y los significados asociados son y serán los elementos dominantes constitutivos de la imagen que la sociedad se atribuye.

Pero no tenemos porque someternos a un panorama tan desalentador, seguiremos contando con un medio enormemente entretenido y con la maravillosa posibilidad de asomarnos a territorios ignotos y conocer las privacidades de los poderosos y ajenos, eso ya es una realidad que permite dimensionar donde nos encontramos, y que rutas disponibles podemos compartir en conciencia con los otros de este planeta.

El dilema está en nosotros.

Para el biólogo Humberto Maturana, cuando algo externo incide sobre nosotros, lo que nos pasa dentro depende de nosotros, de nuestra estructura en ese momento, y no de lo externo.

<< El cambio de la estructura deviene con las interacciones en el medio. En este proceso, los agentes externos solamente gatillan cambios estructurales determinados en la estructura, "lo que pasa en nosotros en cada instante depende de nuestra estructura en ese instante">>

Por esto, nuestra tarea se refiere a encontrar las formas de intervenir en nuestras propias estructuras internas, en las estructuras que determinan las lógicas aplicadas a los procesos perceptivos vinculados fundamentalmente al “ver” en el caso de la televisión.

En este modo particular de ser observador de los lenguajes audiovisuales podemos considerar no como un contrasentido, el sentido relevante que le asignamos a la presencia de los acontecimientos cuando estos se los “ve” por televisión.
Si asumimos que el sistema o modo de producción de los discursos audiovisuales nos permiten la utilización de sus propios recursos para “destacar y trabajar sobre determinados temas”, para manejar las formas y formatos narrativos, para establecer “agenda”, para explorar las formas visuales de nuestros contextos geográficos, antropológicos y culturales, y en el mismo plano, hacer transparente la técnica, visible, parte del ejercicio constructivo del discurso, con estas características integradas y presentes en el objeto comunicacional audiovisual, podemos asignar un relieve distintivo y particular a la narración televisiva y por lo tanto una mayor potencialidad para obtener efectos relevantes sobre los aprendizajes construidos con participación de la realidad mediada y sustentables en su transferencia a la experiencia cotidiana.

Desde esta perspectiva, el mayor dilema se presenta en la ubicación de un punto de mirada, un punto desde donde “el nosotros” como parte del proceso productivo de los discursos audiovisuales pueda mostrar, a otros, fijar nuestra intención desde una perspectiva bien situada, haciéndola transparente al incorporar explicitaciones de nuestras intenciones, del contexto desde donde generamos ya no un discurso, sino “nuestro discurso” y desde esta posición fundante, proceder a seleccionar, destacar y ordenar los materiales “testigos presenciales” en un “nuestros” discursos audiovisual.

Algunas experiencias programáticas de la televisión actual, han explorado estas opciones, eso si que en mayor o menor medida en calidad de simulacros ya que la personalización individual o grupal, por determinantes de marketing están asignadas a un reducido número de “rostros” que constituyen la personalización de la imagen de cada medio masivo de comunicación y por lo tanto, para el que “ve “ televisión, solo en pocas ocasiones, tiene la posibilidad racional y emotiva, para hacer transparente y ver las operaciones y procesos que van construyendo el espectáculo audiovisual que se pone a disposición del telespectador. Mas difícil aún es poner de manifiesto los efectos que desencadena la cámara y todo su entorno tecnológico en el desarrollo de los acontecimientos y en el comportamiento de los protagonistas. En estas dos variables ha tenido un fuerte impacto la dicotomía generada por la mercantilización de la televisión. Esta se expresa entre su función de origen, como medio de comunicación productor de mensajes, contenidos y por último, parte del proceso de fabricación industrial de la imagen que la sociedad tiene de si, y el producto que vende la industria televisiva: audiencias, espectadores clasificados cuantitativamente y cualitativamente, capturados / expuestos a las franjas publicitarias.

El espectáculo a nuestro servicio.

El impacto que ha tenido esta dicotomía en las estrategias de viabilidad de la industria televisiva, se manifiesta en la progresiva instalación del concepto de espectáculo, la oferta programática ha sido invadida por el sentido de entretención, la televisión entretiene y lo hace por la vía del espectáculo, en detrimento de sus funciones de origen que la vinculaban a la tríada: informar, educar y entretener.
Sería reducionista pretender una dislocación excluyente de los componentes informativos y educadores de la entretención y el espectáculo. Particularmente, en el campo de la educación es necesario introducir un cambio de percepción en la imagen social que se tiene de la educación, como algo aburrido, poco entretenido. Curiosamente la valoración social que tiene la educación es positiva, en cambio, la valoración social que tiene el proceso formal de la educación es negativo. En este campo, a modo de referencia, los medios de comunicación, particularmente sus franjas comerciales presentan los periodos de iniciación de clases, como un evento profundamente traumático.

Reinstalar el precepto informativo y educativo en la televisión pasa por generar una capacidad innovadora de encuentro entre los valores que logremos desencadenar en el imaginario social. Valorar el proceso formal de la educación donde ella se muestra, se deja “ver” con un fuerte componente de acto entretenido.

También y como aspecto fundamental de reinstalar lo informativo educativo el la televisión, tiene que ver con los espacios específicos que puede aportar este medio de comunicación al proceso educativo social. Su cualidad de representación mediatizada del imaginario social, y de la realidad, no puede transitar por caminos autónomos de las travesías experienciales y cotidianas del corpus social entendido este en toda su diversidad y heterogeneidad. Este espacio de encuentro tiene que disponer de posibilidades de sincronía entre los derroteros de la mediatización y las circunstancias experienciales que enfrentan y viven los que “ven” televisión.

Si nos adscribimos al concepto de:

<< El educar consiste en el especificar un espacio de interacciones en el cual el otro entra, de modo que, como resultado de vivir una cierta historia de interacciones, tenga ciertos cambios estructurales de tal manera que, al salir de ese espacio, sea distinto de como era antes de entrar en él de una manera contingente a las interacciones que tuvo en ese espacio >>

El espacio televisivo tenemos que construirlo en interacción con los educandos, vivir esa historia de interacciones no solo en la recepción activa, sino también en la creación activa y entretenida, mas allá de simulacros de medios masivos de comunicación, sino en medios, de existencia real en señales de libre recepción. Disponer de propios medios masivos de comunicación televisiva con vinculación productiva en los espacios formales de educación.

Luis Costa